La agricultura tradicional

A partir del siglo XIX, la patata fué el cultivo de subsistencia fundamental, aunque otros como el maíz, la remolacha o las legumbres también jugaron un papel importante. La agricultura de secano se basaba en el cultivo de cereales (trigo y cebada fundamentalmente), que se realizaba en grandes propiedades y cuya recolección ocupaba los meses de verano. La cosecha obtenida se dedicaba casi por completo a la comercialización.

La explotación forestal apenas se desarrolló dada la inexistencia de grandes masas boscosas, si bien era habitual la recogida de "escobas" para los hornos y, sobre todo, la corta anual de leña en las tierras comunales. Éstas se privatizaron en el pasado en su mayor parte, pero las encinas y robles siguen siendo comunales, aunque ahora crezcan en tierras particulares. En cuanto a la ganadería, su gran desarrollo es relativamente reciente (a partir de los años 60), cuando la despoblación provocó el abandono de las tierras de labor y su reconversión en pastizales.

Las cabañas fundamentales fueron y son la ovina y la bovina, con el cerdo como animal de cría doméstica. Como ganado de labor se emplearon, algo usual en las zonas de montaña, yuntas de vacas, bueyes y burros, siendo raras las de caballos o mulas. Otra actividad importante era la siega estival de las hierbas de los prados ("ir a heno"), que se destinaban a la alimentación del ganado en invierno. El heno se almacenaba en "almeales".

Las infraestructuras agrarias, caminos y canales de riego, se mantuvieron durante siglos gracias a los trabajos comunales, a los que todos los vecinos tenían la obligación de acudir en las fechas convenidas.