Un pueblecito en el valle de Valdecorneja

El caserío escala la vertiente norte de una ladera que da al río y a la Nacional 110, que enlaza Extremadura con Castilla, y que antaño fue Cañada de la Mesta, por donde transitaban los rebaños que cada año partían de las sierras de la Rioja y Soria rumbo a las dehesas extremeñas, pasando por Segovia y Ávila y, más allá de Piedrahita, por Barco de Ávila, Puerto Castilla y Tornavacas hasta Plasencia.

Su acusada continentalidad y sus más de 1000 metros de altitud, propician un clima muy peculiar, con inviernos fríos y nevadas habituales y veranos secos, soleados y frescos, lo que hizo a este valle lugar habitual de veraneo de los duques de Alba. Una plubiosidad moderada, unido al verano poco riguroso, permiten un paisaje de vegetación exhuberante con prados rodeados de setos donde crecen los robles, cortados por las líneas interminables que dibujan los chopos y alisos que crecen en las riberas del Corneja y los torrentes que bajan de la sierra de Gredos. La vegetación se escalona conforme ascendemos hacia las montañas, de manera que las dehesas de encinas del valle ceden su paso a los robles más arriba y luego a los pinares, para volverse la vegetación rala, limitada a ulagas, en las cumbres de las montañas.

Sus 108 habitantes de derecho, la mayoría jubilados, resultan engañosos, puesto que encontramos una numerosa población flotante, sobre todo los fines de semana y en verano, que ha restaurado buena parte del caserío, ordenado éste en torno a dos plazuelas (la del Ayuntamiento y la de la Iglesia) y un torrente que desciende desde la sierra y cruza el pueblo. En torno a estos puntos de referencia, callejuelas estrechas donde encontramos las típicas construcciones de piedra y adobe de la región.